El mundo es anormal. A causa de la caída no es lo que Dios
quiso que fuese. Tiene cosasque duelen, pero hay que enfrentarlas. No debemos
actuar como si todo fuese perfecto. Los esquemas utópicos que pretenden crear
una sociedad perfecta en este mundo caído casi siempre han traído tragedia. La
Biblia nunca ha sido utópica. La moralidad bíblica auténtica, contraria a las
ideas romanticistas que brotan de un falso cristianismo, demanda que oremos por
todos los hombres pero nos manda a algo más que sólo orar En base al estudio de
la Escritura puedo decir que rehusar hacer lo que podamos por aquellos que están
bajo el poder de los opresores no es otra cosa que fallar en el amor
cristiano... Esta es la razón por la que no soy un pacifista. El pacifismo en
este mundo caído, perdido y empobrecido por el pecado, significa que tendríamos
que abandonar a la gente que más necesita nuestra ayuda."
(Francis Scheffer).
QUE DICE EL ANTIGUO TESTAMENTO
Algunos alegan que el sexto mandamiento
“No matarás” es una prueba de que cualquier guerra es contra
la voluntad de Dios. Pero, el mismo Dios que en Éxodo 20:13 dijo “no
matarás” que en realidad significa “No cometerás asesinato,”
es el que en el capítulo
21:12 dice “El que hiere a alguno haciéndole morir, él
morirá.” Y siglos antes, Él había
dicho “quienquiera que derrame sangre de hombre, por el
hombre su sangre será derramada
(Gen. 9:6).
Dios mandó que el asesinato malicioso fuese castigado con la
pena de muerte del asesino.
De modo que el juez que sentencia a un criminal a muerte no
es culpable de crimen, de la
misma manera que si lo sentencia a pagar una multa no es
culpable de robo. De otra manera
no sería posible mantener la justicia pública. Y el policía
o el soldado que defiende su país,
como el juez que protege a la sociedad, no actúan con
motivos maliciosos para vengar una
ofensa personal, sino con un motivo altruista para mantener
la seguridad pública. Ellos
realizan su trabajo, no como una obligación personal sino
como oficiales del estado. Y en la
Escritura,
la guerra entre las naciones cae dentro de la misma
categoría que la pena de muerte para los criminales.
No hay nada en el Antiguo Testamento que sugiera que es
inconsistente ser soldado y a la
vez seguidor de Dios. Hay cerca de 35 o más referencias en el
Antiguo Testamento donde
Dios mandó a usar la fuerza armada para que se realizaran
sus propósitos. Las Escrituras
muestran a Dios como un Dios de paz igual que lo muestra
como un Dios de guerra. Y
decir, como algunos pacifistas dicen, que la guerra desafía
la justicia de Dios, es no sólo
pretencioso sino equivalente a decir que Dios mismo es
injusto. La Biblia, el mismo libro
que los cristianos decimos aceptar como la única regla
infalible de fe y práctica, declara que
en ciertas circunstancias, Dios no sólo permite la guerra
sino la manda. Sin embargo, la
Escritura no glorifica la guerra, o a los guerreros como
tales. En varias ocasiones se le negó
el permiso a los israelitas para involucrarse en guerras o
gloriarse en sus victorias militares.
A David, el más grande guerrero en el Antiguo Testamento, se
le prohibió edificar el
templo de Jehová porque había derramado mucha sangre. La
guerra es vista como una
terrible e indeseable necesidad en las manos de Dios para
contener y castigar los pecados
de las naciones.
Debia ser evitada hasta donde fuera posible y nunca
glorificada y esta es la actitud que nosotros debemos tener hacia ella hoy
QUE DICE EL NUEVO TESTAMENTO
El Nuevo Testamento no enseña directamente sobre la guerra,
aunque sí dice con claridad
que los gobiernos civiles son divinamente establecidos y que
los ciudadanos deben
reconocer su autoridad y sujetarse a ellos.
Sin embargo, el Antiguo y Nuevo Testamento son
suplementarios, no contradictorios. Y
aunque los mandamientos ceremoniales del Antiguo Testamento
han sido abrogados, todos
sus mandamientos morales aún están en vigencia. El silencio
del Nuevo Testamento
aparentemente descansa sobre el entendido de que el tema de
la guerra ya ha sido tratado
adecuadamente y no requiere cambios o adiciones.
Los pacifistas alegan que las enseñanzas de Jesús prohíben a
los cristianos participar en la
guerra. Pero eso no es así, pues Él consideraba a las escrituras
del Antiguo Testamento
como autoritativas y basaba sus enseñanzas en él. De manera
que si lo tomamos a Él como
nuestra autoridad, debemos aceptar la autoridad del Antiguo
Testamento.
Examinemos detalladamente las palabras de Cristo. ¿Qué
significa Mateo 5:
30 donde Él dice: “No resistáis al que es malo, y a
cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra personal
que reclamar nuestros derechos e involucrarnos en una pelea, que debemos devolver
bien por mal a nuestros enemigos para que se avergüencen si son sensibles (Tres
de cada cuatro de los problemas que tenemos con otras personas, usualmente, son
causados por malos entendidos, y podrían
resolverse con un p
oco de paciencia y una actitud pacificadora). Pero este
mandamiento se refiere a nuestra actitud individual.
Una persona puede sacrificarse a sí misma, pero nadie tiene
el derecho de sacrificar a otros.
Como dijo alguien “Yo no voy a poner la mejilla de mi
esposa, o la de un indefenso o un
débil a quien soy llamado a proteger.” Desde esta
perspectiva, entrar en una guerra por
defender a los indefensos, es “poner mi otra mejilla” al
arriesgarme a que el enemigo me
haga daño a mí antes que a los que yo amo.
Luego que todo haya pasado, debemos amar y perdonar a
nuestro enemigo. ¿No puso Cristo su “otra mejilla” por nosotros? Cristo nunca
intentó que “poner la otra mejilla” fuese literal. Cuando lo
abofetearon en Juan 18:22, 23,
Él no dejó pasivamente que lo siguieran haciendo, sino que
reprendió a su abusador: “si he
hablado mal, di en dónde está el mal, y si bien, ¿por qué me
golpeas?”
Algunos, para probar que no se debe usar la fuerza militar
contra nadie, citan la regla de oro
que dice; “Todas las cosas que queráis que los hombres hagan
con vosotros, así haced
vosotros con ellos” (Mt. 7:12). Pero en el caso de una
guerra tenemos que decidir quiénes
son los hombres en cuyo lugar nosotros queremos ponernos, o
los codiciosos, criminales,
tiranos que quieren que nos sometamos a ellos, o nuestras
esposas, hijos e indefensos que
necesitan nuestra protección. guerra contra nadie. Pero
aunque debemos amar a nuestros enemigos, eso no significa que no debemos
defendernos a nosotros y a nuestros seres queridos de los que nos quieren sentencia
a los malhechores puede y debe a la vez simpatizar y tener lástima por él.
Ciertamente debemos amar a nuestros enemigos, pero no en la
misma forma ni con la
Misma intensidad con que amamos a nuestros amigos. Podemos
amarlos de modo que
sabiendo que están equivocados y que pueden y quieren
dañarnos, les resistimos y
peleamos contra ellos sin odiarlos, sino deseando
honestamente que se vuelvan de sus
malos caminos hacia lo bueno.
Loraine Boettner
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